Estos veinteañeros todos los días vienen a la tienda en la que trabajo y se lían a dar vueltas intentando despistarme y llevarse algo. Pero este a mi no se me escapa hoy. Le llevo a mi oficina y le enseño lo que les pasa a los chicos traviesos que quieren jugar conmigo. Cuando ve mi rabo se niega a probarlo. Dice que eso tan grande no le entra en la boca. Yo le digo que pruebe un poquito y que seguro que le gustará. Y ya te digo que si le gusta no para de saltar encima de él y de metérselo enterito.